Esta semana ETA anunció el abandono definitivo de las armas, después de cinco décadas de atentados que han dejado un millar de muertes. El autor (Kristian Herbolzheimer de Conciliation Resources), que conoce de cerca este conflicto, explica por qué y cómo fue posible el proceso, cuyas lecciones pueden ser del más alto interés para Colombia.

Un final singular

No es frecuente que termine un conflicto armado. Menos todavía un conflicto de varias décadas de duración. Conviene, por tanto, analizar cuidadosamente el anuncio de ETA esta semana sobre su decisión de cesar definitivamente el uso de las armas.
 
Sin lugar a dudas el conflicto en el País Vasco es bastante singular: el último conflicto violento en el seno de la Unión Europea (excepto episodios esporádicos en Córcega y coletazos finales en Irlanda del Norte). Ante un conflicto singular, un final de la violencia también singular, sin negociaciones y con gestos unilaterales de la banda.
 
En este artículo sugiero tres razones principales que explican los desarrollos recientes. Cada una de estas razones ofrece, a su vez, reflexiones más allá del marco vasco.

La presión del Estado

Los partidos políticos españoles destacan, por encima de todo, el resultado de la presión política, policial y jurídica sobre ETA, principalmente en España pero también en Francia, santuario tradicional de varios integrantes de la banda.
 
  • Una Ley de Partidos ilegalizó las formaciones políticas que no condenaran explícitamente la violencia, lo cual sacó del juego electoral a Batasuna y a otras agrupaciones sospechosas de amparar social, política y económicamente las acciones terroristas. Fue una medida criticada como “antidemocrática” desde varios sectores, pero finalmente refrendada por tribunales europeos.
  • Por otra parte la eficacia de la policía ha aumentado significativamente durante los últimos años. Unos 800 etarras (la inmensa mayoría) se encuentran hoy en prisión, en muchos casos condenados a penas de varias décadas. Y además, a medida que losmandos iban siendo capturados, ETA se vio obligada a cambiarlos por militantes más jóvenes y con menos experiencia.
  • En tercer lugar, el argumento histórico de la violencia del Estado fue perdiendo peso, primero con el fin de la dictadura de Franco y luego con el desmantelamiento de los Grupos Antiterroristas de Liberación (GAL) y el encarcelamiento de altos dirigentes policiales y políticos vinculados con el terrorismo de Estado. La democratización –con sus imperfecciones– fue relegando a ETA a un fenómeno de otra época.

La presión ciudadana y de las víctimas

Hay una segunda razón de peso para el de ETA: la respuesta ciudadana frente a la violencia.
 
Durante años, la sociedad vasca ha vivido ahogada en una cultura del silencio, donde la condena explícita del terrorismo era vista como “seguidismo” del poder español y por tanto, como algo contrario a las reivindicaciones históricas de mayores derechos políticos. Las víctimas del terrorismo sufrían un terrible aislamiento social e institucional.
 
Fue en otros lugares, menos anestesiados por la polarización, donde empezaron las movilizaciones masivas de protesta ante cada nuevo atentado (como el movimiento Basta Ya, que tuvo amplia cobertura en los medios colombianos). Las víctimas, por su lado, se fueron organizando y no sólo acabaron por ser reconocidas sino que se convirtieron en la bandera de la lucha anti-terrorista.
 
Sin embargo el punto de inflexión definitiva se produjo con los atentados en Madrid el 11 de marzo de 2004, donde terroristas islámicos acabaron con la vida de centenares de personas. Ante tanta barbarie, las propias bases sociales de la banda empezaron a darse cuenta que con más bombas no iban a lograr ningún objetivo.
 
Con cada nuevo atentado el avestruz etarra enterraba más hondo su cabeza, aislándose incluso de sus propios círculos de influencia. La sociedad estaba hastiada de violencia.

Un proceso bien tejido

En el contexto descrito, dos grupos de personas jugaron un papel tan fundamental como discreto:
  • Un grupo de dirigentes abertzales (la base política de ETA) con suficiente imaginación moral y política como para reconocer el sinsentido de la violencia y la necesidad de un cambio radical de paradigma.
  • Otras personas externas al mundo abertzale que asumieron la tarea paciente y compleja de alimentar el creciente debate interno con lecciones de otros procesos de paz y propuestas para salir del callejón del terrorismo.
 
Los casos de Sudáfrica y de Irlanda del Norte se convirtieron en los principales referentes y un número creciente de antiguos insurgentes, mediadores, y expertos en paz fueron visitando el País Vasco para compartir lecciones aprendidas y analizando fórmulas apropiadas para el contexto vasco.
 
Después de un largo, amplio y tenso debate, entre las filas abertzales fue ganando peso la idea de transitar a un nuevo escenario sin esperar a que se crearan las “condiciones” para una negociación política: al fin y al cabo, a los abertzales les había ido bien en las elecciones las ocasiones en que ETA había producido gestos de paz. Se optó entonces por una vía de gestos unilaterales, cuyo objetivo principal era recuperar la fuerza de los argumentos por encima de los argumentos de la fuerza. El ala política de los abertzales logró relevar del liderazgo al ala armada.
 
Al mismo tiempo se dieron declaraciones internacionales de apoyo a la nueva tendencia. Se creó un Grupo Internacional de Contacto compuesto por personas con experiencia en mediación en otros lugares y, más recientemente, una Comisión Internacional de Verificación del cese al fuego. En ausencia de un proceso de negociación, se creó un proceso de internacionalización informal, también unilateral, cuyo objetivo no era mediar entre ETA y el Estado sino contribuir a que la banda diera el paso definitivo.
 
El broche final de esta coreografía lo dio la Conferencia de Paz del pasado lunes, cuando Kofi Annan y otras personalidades internacionales hicieron público un documento de cinco puntos que insta a ETA a suspender definitivamente sus acciones terroristas e insta al gobierno a responder con su disposición a discutir los flecos pendientes para normalizar la situación social y política en el País Vasco. La conferencia fue convocada por el movimiento de paz Lokarri y por cuatro organizaciones internacionales de resolución de conflictos.

Los retos pendientes

El conflicto no ha terminado del todo. Queda pendiente la entrega o destrucción de las armas en manos de ETA. Y está por ver si el gobierno responde suavizando la política penitenciaria.
 
Al mismo tiempo quedan pendientes dos retos de más hondo calado:
  • Primero, la reconciliación en una sociedad muy polarizada. En el País Vasco perviven dos relatos enfrentados sobre la esencia del conflicto político. Y a otro nivel perviven también relatos opuestos sobre la Guerra Civil y los 40 años de dictadura de Franco. Las sociedades vascas y española podrán pasar definitivamente la página cuando logren acercar posiciones y reconocer todos los daños causadas por todas las violencias en la historia reciente.
  • Por otro lado la cuestión política: si bien en España no está prohibido el independentismo, la Constitución hace extremadamente difícil el acomodo de las instituciones del Estado ante un eventual contexto de mayoría independentista en el País Vasco (o en Cataluña). La pelea por “el derecho a decidir” será larga y de consecuencias inciertas.

Las lecciones

Dentro de unos años la sociedad vasca se preguntará incrédula cómo fue posible llegar a una situación tan dramática y por qué no fue posible resolverla antes. El tiempo aportará reflexiones más sosegadas, pero por lo pronto se pueden identificar algunas claves:
  • En primer lugar, las tres condiciones para el final de la violencia eran necesarias. Ninguna de ellas por sí sola hubiera conducido a la situación actual: ni la presión policial, ni la movilización ciudadana, ni el actuar de un grupo reducido de personas con visión de futuro.
  • En segundo lugar, las dificultades de avanzar hacia una solución en un contexto de polarización. En el País Vasco y en España destaca la ausencia de espacios de diálogo entre posturas enfrentadas: en paralelo al reconocimiento de las víctimas, fue ganando peso un argumento que asociaba las propuestas de diálogo con posturas “equidistantes”, inmorales e inaceptables. Esta polarización incluso llegó al extremo de politizar el papel de las víctimas. A pesar de que se llegó al pleno ejercicio de la verdad, la justicia y la reparación de las víctimas de ETA, desde sectores influyentes se otorgó a las víctimas de ETA el poder de orientar y condicionar la política anti- terrorista.
 
España ha jugado un papel importante en la resolución de conflictos en varios países. Pero el endurecimiento del discurso anti-terrorista le bloqueó la posibilidad de seguir con este compromiso: ¿cómo iba a apoyar diálogos de paz, por ejemplo en Colombia, si en España defendía la doctrina de “no hablar con terroristas”?
 
El hastío de la violencia y el reciente auge electoral del independentismo democrático demuestra el papel esencial de la ciudadanía en la construcción de paz. Muchos otros casos (Sudáfrica, Nepal, El Salvador) sugieren que el constituyente primario saluda la transición a la política de los grupos armados, compensando con votos la dejación de la violencia; un escenario mucho más democrático que las mesas de negociación.
 
En el medio plazo, sin embargo, el proceso de paz en el País Vasco puede inspirar procesos en otros lugares. De la misma manera que los conflictos cambian con los tiempos, también cambia la solución de los mismos. Cada contexto requiere de su propia solución. Pero la singularidad de un proceso sin negociación, con pasos unilaterales y con participación internacional sin el beneplácito de una de las partes obligará a repensar en cierta manera la teoría y práctica de construcción de paz.
 
* Asesor en procesos de paz y experto de Conciliation Resources (www.c-r.org), una organización internacional dedicada a prevenir y promover la solución pacífica de conflictos.