La semana pasada, el gobierno colombiano anunció que suspendía las conversaciones de paz con el segundo grupo rebelde más importante del país, el Ejército de Liberación Nacional (ELN).¿Qué camino tomar? 

El presidente colombiano, Juan Manuel Santos, dijo el 29 de enero que las conversaciones han quedado en suspenso debido a la "falta de coherencia del ELN entre lo que dice y lo que hace", después de que éste llevara a cabo varios ataques en el norte del país.
Las negociaciones de paz con el ELN se suceden al acuerdo de paz firmado en 2016 con el grupo rebelde más grande del país, las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC), por el que el presidente Santos recibió el Premio Nobel de la Paz.
Hoy, tanto el gobierno colombiano como el ELN enfrentan varios dilemas.
 
Tanto en las negociaciones de paz con las FARC como, ahora, con el ELN, el presidente Santos no ha conseguido nunca el necesario "impulso mágico" que da el respaldo popular. Décadas de violencia y desconfianza han dejado tras de sí muchas cicatrices y una sociedad dividida.
 
A pesar de los acontecimientos, incluida la reciente transición de las FARC de grupo armado a partido político, la opinión pública colombiana sigue mostrándose en gran parte escéptica con respecto al proceso de paz. Según una encuesta reciente, el 55% de los colombianos cree que la implementación del acuerdo de paz no va bien.
 
El gobierno colombiano tiene también dificultades para cumplir los compromisos asumidos en el acuerdo de paz con las FARC. El desarrollo rural y la reforma política, dos de los ejes del acuerdo de paz, no están llegando.
 
Y en muchas áreas rurales, ahora abandonadas por las FARC, se registra un aumento alarmante de los asesinatos de líderes sociales. También ha habido un fuerte aumento del cultivo de coca y de la actividad criminal asociada.

¿Qué camino tomar?

El ELN parece perdido y las opciones que tiene no son muchas. Hace ya mucho tiempo que abandonó la esperanza de una victoria militar y continuar con la violencia no le va a reportar un aumento de su poder de negociación. Pero, al mismo tiempo, sus expectativas de que vayan a producirse cambios en las conversaciones de paz son limitadas.
 
Los continuos asesinatos de líderes sociales y la lentitud de la implementación de los acuerdos dificultan la tarea de los líderes del ELN para convencer a los escépticos dentro de sus filas. Los elenos más idealistas todavía están dispuestos a morir por una causa justa y los más cínicos disfrutan del botín de la economía criminal.
 
Estas opciones limitadas provocan que se den pasos erráticos en distintas direcciones. Abogan por un nuevo cese al fuego, pero se muestran reacios a negociarlo. Piden la violencia disminuya a la vez que matan a agentes de la policía. Apelan a la participación pública mientras generan antagonismo en la opinión pública.
 
Las decisiones que tiene que tomar el presidente Santos son también difíciles. Está llegando al final de su mandato. Es poco probable que llegue a ver el fin de las conversaciones de paz con el ELN y ahora, incluso, parece poco probable que las vaya a ver reanudarse.
 
Pero lanzarse a una ofensiva militar señalaría el fracaso de sus esfuerzos por consolidar la paz y, por lo tanto, empañaría su legado.

Lecciones del pasado

Los últimos ataques del ELN parecerían presagiar un futuro sombrío para las negociaciones de paz. Sin embargo, en el pasado, acciones como estos marcaron el comienzo del fin de conflictos violentos.
 
En 1998, pocos meses después del acuerdo del Viernes Santo, el atentado de Omagh, que perpetró un grupo escindido del IRA, contribuyó paradójicamente a reforzar las negociaciones políticas para la paz. El atentado de Madrid-Barajas, que llevó a cabo ETA en 2006, se convirtió en el último acto violento del grupo separatista vasco: incluso sus partidarios criticaron la acción y presionaron para poner fin a la lucha armada.
 
A pesar de su lentitud desesperante, es importante recordar que en más de 50 años de conflicto, nunca antes las negociaciones de paz con el ELN habían ido más allá de conversaciones preliminares. Es poco probable que pueda darse una mejor oportunidad para que el ELN y el gobierno colombiano lleguen a un acuerdo político.
 
La pequeña ventana de oportunidad se está cerrando. Ambas partes, pero sobre todo el ELN, deben dar pasos audaces para salvar el proceso de paz.
 
Este artículo fue publicado por primera vez en Democracia Abierta.